miércoles, 31 de enero de 2007

( 17 ) - Epinicios

La obra cumbre de Píndaro, Epinicios, es un conjunto de odas laudatorias destinadas a celebrar y engrandecer el triunfo de los vencedores en los juegos deportivos atléticos [1], compuestas por encargo de éstos. La obra está agrupada en cuatro partes cada una de ellas dedicada a uno de los cuatro juegos deportivos panhelénicos, de tal forma que consta de odas Olímpicas (14), odas Píticas (12), odas Ístmicas (8) y odas Nemeas (11).

El epinicio era una composición lírica coral, es decir, cantada y bailada por un coro con acompañamiento de lira o flauta, de ahí que podamos decir que de lo que disponemos es tan sólo un tercio del conjunto original perdidas irremisiblemente la música y la coreografía. El epinicio, plagado de alusiones a la Mitología, formaba parte de una fiesta sacra, una especie de “acción de gracias” del vencedor por la victoria. Los propios juegos, no lo olvidemos, eran tan sólo un componente de los ritos religiosos, lo cual explica, asimismo, la importancia del elemento mítico y la presencia divina en este tipo de composiciones. Asimismo, junto al mito y la exaltación de la figura del vencedor, existe un tercer elemento importante en la estructura del epinicio: la máxima. En esta parte, el poeta expone su concepción de la vida y sus reflexiones sobre los grandes temas, refiriéndose a la condición humana, al riesgo que comporta toda acción, a la obligatoriedad del esfuerzo para alcanzar el éxito, a la imprescindible necesidad de la ayuda divina, a lo imprevisible del destino, a las limitaciones del hombre frente al dios, etc., todo un repertorio de lo que constituían las preocupaciones esenciales de la época.

Píndaro nació en Cinoscéfalos, pequeña localidad beocia próxima a Tebas, en el 518 a.C., en el seno de una familia aristocrática. Su fama comenzó a extenderse pronto, habiendo compuesto odas dedicadas a una selecta clientela: reyes y tiranos de Siracusa, Acragante o Cirene, y atletas procedentes de poderosas familias de Corinto, la Magna Grecia, Egina, Tebas y hasta de su poco grata Atenas [2]. Sus primeros epinicios, compuestos entre 498 y 490 a.C., son Píticas y, a partir de 460 a.C., su actividad decae y refleja cierta tristeza, quizás motivada por las preocupaciones políticas que enfrentaron otra vez a Tebas y Atenas [3]. A partir de 446 a.C., momento en que compone la Pítica VIII y las Nemeas X y XI, se pierde el rastro del poeta aunque, según la tradición, su vida fue muy longeva.

Píndaro, pues, es un autor de capital importancia por ser el primer lírico griego del que se conserva una considerable producción no fragmentaria y por alcanzarse en él la perfección de la lírica coral griega. Para la lírica, Píndaro representa una cima análoga a la de Homero para la épica, representando, por tanto, una de las figuras indispensables en la historia de la literatura universal.

[1] A excepción de la Pítica XII, dedicada a un flautista.
[2] Atenas estaba por aquel entonces en conflicto con Tebas.
[3] Batallas de Tanagra y Coronea.

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