(Velázquez)
Una vez castigados los hombres con el envío de Pandora, Zeus castigó a Prometeo encadenándolo a una roca, jurando por La Estige que jamás lo desataría de ahí, y enviándole un águila que le devoraba el hígado, el cual se regeneraba constantemente a fin de que el sacrificio fuera perpetuo. Sin embargo, cuando en una ocasión Heracles pasó por el lugar, mató al águila de un flechazo y liberó a Prometeo, mientras que Zeus, satisfecho por la hazaña que aumentaba la gloria de su hijo, no protestó sino que ordenó a Prometeo que, en lo sucesivo, llevase un anillo fabricado con el acero de sus cadenas y un trozo de la roca a la que había estado encadenado. De esta manera su juramento no sería violado puesto que una atadura de acero continuaba uniendo a Prometeo a la roca.
Volviendo ahora a Quirón, deseoso éste de morir por el efecto que le causaba la flecha disparada por Heracles y no poder hacerlo por ser inmortal, llegó a un acuerdo con Prometeo de cederle la inmortalidad. De este modo, Prometeo alcanzó la inmortalidad y Quirón consiguió la tan ansiada muerte que lo libró de los terribles dolores que le producía la herida.
Volviendo ahora a Quirón, deseoso éste de morir por el efecto que le causaba la flecha disparada por Heracles y no poder hacerlo por ser inmortal, llegó a un acuerdo con Prometeo de cederle la inmortalidad. De este modo, Prometeo alcanzó la inmortalidad y Quirón consiguió la tan ansiada muerte que lo libró de los terribles dolores que le producía la herida.
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