El dios Pan, el latino Fauno, era un humilde dios secundario, dios pastoril por excelencia, que no aspiraba a vivir en el Olimpo sino que se conformaba con hacerlo en la Arcadia rural, en donde se encargaba de guardar las manadas, los rebaños y las colmenas, tomaba parte de las orgías de las Ninfas montañesas y ayudaba a los cazadores a encontrar sus presas. Tranquilo y perezoso, nada le agradaba más que la siesta, vengándose de quienes la perturbaran lanzando un aterrador y súbito grito que les erizaba el cabello y que era conocido como el “grito pánico” (el grito de Pan), de donde toma el sentido nuestro vocablo “pánico” que alude al sentimiento de pavor que el dios provocaba en quien lo despertara de la siesta.
Pan era, asimismo, el productor de las estampidas del ganado y el productor del “pánico” en las tropas enemigas. Era también un dios itifálico, libertino y lascivo que perseguía a las Ninfas y a los jóvenes pastores o buscaba su satisfacción en solitario cuando no tenía pareja. Una de las Ninfas de las que se enamoró era Eco, la cual había sido castigada por Hera [1] a no poder hablar más que repitiendo el final de lo que se le decía, lo que establece la obvia etimología de nuestra palabra “eco”.
Pan se representaba mediante un ser medio hombre, medio cabra, con los brazos y las manos de hombre, las piernas peludas y los pies de macho cabrío, con el rostro barbudo y dos cuernos en la frente. Hijo de Hermes, su madre se asustó cuando dio a luz a un ser tan monstruoso, pero su padre envolvió al recién nacido en una piel de liebre y lo llevó al Olimpo en donde lo mostró a los demás dioses; al verlo, todos se regocijaron, en especial Dioniso, en cuyo cortejo Pan sería un elemento habitual. Por ello, los dioses le pusieron el nombre de Pan, pues les alegró el corazón a “todos” [2].
Por otra parte, los dioses olímpicos, aunque despreciaban a Pan por su simplicidad, por su conducta y por su afición al alboroto, no dejaban por ello de explotar sus facultades. Así vemos como Apolo le sonsacará el arte de la adivinación y como Hermes le copia la flauta que más tarde vendió a Apolo.
[1] Por haberla entretenido con su charla, favoreciendo así la huida de las Ninfas a las que Hera había sorprendido en amorosa unión con su esposo Zeus.
[2] La palabra griega “pan” significa “todo”.
Pan era, asimismo, el productor de las estampidas del ganado y el productor del “pánico” en las tropas enemigas. Era también un dios itifálico, libertino y lascivo que perseguía a las Ninfas y a los jóvenes pastores o buscaba su satisfacción en solitario cuando no tenía pareja. Una de las Ninfas de las que se enamoró era Eco, la cual había sido castigada por Hera [1] a no poder hablar más que repitiendo el final de lo que se le decía, lo que establece la obvia etimología de nuestra palabra “eco”.
Pan se representaba mediante un ser medio hombre, medio cabra, con los brazos y las manos de hombre, las piernas peludas y los pies de macho cabrío, con el rostro barbudo y dos cuernos en la frente. Hijo de Hermes, su madre se asustó cuando dio a luz a un ser tan monstruoso, pero su padre envolvió al recién nacido en una piel de liebre y lo llevó al Olimpo en donde lo mostró a los demás dioses; al verlo, todos se regocijaron, en especial Dioniso, en cuyo cortejo Pan sería un elemento habitual. Por ello, los dioses le pusieron el nombre de Pan, pues les alegró el corazón a “todos” [2].
Por otra parte, los dioses olímpicos, aunque despreciaban a Pan por su simplicidad, por su conducta y por su afición al alboroto, no dejaban por ello de explotar sus facultades. Así vemos como Apolo le sonsacará el arte de la adivinación y como Hermes le copia la flauta que más tarde vendió a Apolo.
[1] Por haberla entretenido con su charla, favoreciendo así la huida de las Ninfas a las que Hera había sorprendido en amorosa unión con su esposo Zeus.
[2] La palabra griega “pan” significa “todo”.
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