Teseo es el héroe ateniense por antonomasia y su mitología, por tanto, extensísima. En esta ocasión tan sólo nos ocuparemos en revisar los pasajes que de la misma se imbrican con la mitología cretense, cuya figura central es el rey Minos.
Europa, princesa fenicia hija del rey Agénor, estaba en una ocasión cogiendo flores a la orilla del mar junto a unas amigas cuando, Zeus, al verla, sintió por ella un apasionado amor. Para acercarse a la joven, Zeus tomó la apariencia de un toro de admirable estampa que sedujo a la princesa por su bello y apacible aspecto y, una vez se hubo sentado en su lomo, el animal se lanzó súbitamente al mar dirigiéndose a Creta. De la unión de Zeus y Europa nacieron tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón, tras lo cual Europa contrajo matrimonio con el rey de Creta, Asterio, y no teniendo descendencia, el rey adoptó como suyos a los hijos que su esposa había tenido de Zeus, uno de los cuales, Minos, se casaría a su vez con Pasifae, hija de Helios (“El Sol”) y la Ninfa Creta, de cuya unión nacieron varios hijos entre los que destacan Ariadna, Fedra, Deucalión, Crateo y Glauco.
En los tiempos del matrimonio de Minos con Pasifae llegó a Creta un personaje que sería de capital importancia para ambos, el ateniense Dédalo, hombre de ingenio, arquitecto, escultor e ingeniero, que llegó a la isla tras ser expulsado de Atenas por haber cometido un crimen. En efecto, envidioso de un sobrino suyo llamado Pérdix a causa de la extraordinaria inventiva de éste, lo mató arrojándolo desde lo alto de la Acrópolis. Juzgado por el Areópago, Dédalo salió desterrado y se encaminó a Creta, en donde es hospitalariamente acogido por Minos.
A la muerte de Asterio, padrastro de Minos y rey de Creta, Minos reivindicó el trono pero encontró una gran oposición a sus propósitos, ante lo cual, arguyó que su subida al trono suponía la satisfacción de la voluntad de los dioses y, como muestra de ello, dijo a sus opositores que era capaz de conseguir de aquellos todo lo que les pidiera. Para demostrarlo, Minos pidió a Posidón que hiciera emerger del mar a un toro, de tal manera que, si así lo hacía, él lo sacrificaría en su honor. Posidón realizó el prodigio pero Minos, al ver el magnífico toro salido del mar, lejos de sacrificarlo lo envió a sus vacadas sacrificando a otro en su lugar. Irritado Posidón, decidió vengarse de Minos inspirando en su esposa Pasifae un delirante amor por el hermoso toro, el cual se consuma con la ayuda de Dédalo, quien había construido una vaca de madera recubierta de piel de vaca auténtica en cuyo interior se introdujo Pasifae para engañar al toro. De la unión de Pasifae y la bestia nace un ser monstruoso llamado Minotauro, con cuerpo y extremidades de hombre, cabeza y cuernos de toro, que Pasifae oculta a Minos con la ayuda de Dédalo, quien, para tal fin, construye el Laberinto [1], aunque algunos mitógrafos se inclinan por la versión de que fue el propio Minos el que mandó construir el laberinto a fin de ocultar el monstruoso fruto del amor de su esposa por el toro.
Cuando Egeo, rey de Atenas, instituyó los juegos de las Panateneas, Andrógeo, hijo de Minos, venció a todos y, por envidia, los atenienses le dieron muerte en una emboscada: A consecuencia de ello, Minos, al mando de una flota, se dirigió a Atenas para vengar a su hijo pero, al no poder tomar la ciudad, la sometió a un asedio que ya causaba el hambre y una epidemia de peste entre sus habitantes. Ante ello, los atenienses llegaron al compromiso con Minos de que cada nueve años enviarían catorce jóvenes, siete muchachos y siete muchachas, para que sirvieran de alimento al Minotauro. Cuando ya habían sido enviados dos contingentes y llegaba el momento de enviar el tercero, Teseo, hijo de Egeo, se ofreció voluntario para acompañar a los otros trece jóvenes con el propósito de matar al Minotauro. En los dos envíos anteriores, la nave que llevaba a los muchachos a Creta, dado su siniestro destino, llevaba una vela negra; ahora, dadas las esperanzas que hacía concebir la presencia de Teseo en la expedición, su padre le encargó que, si consiguiera matar al Minotauro y volver sano y salvo a Atenas, arriara la vela negra e izara en su lugar una vela blanca navegando con ella en señal de buena nueva.
Una vez llegada la expedición a Creta, Ariadna, hija de Minos y Pasifae, se enamoró de Teseo y le prometió ayudarle a llevar a buen término su propósito si él estaba dispuesto a llevársela consigo a Atenas y tomarla por esposa. Teseo se comprometió a satisfacer los deseos de Ariadna y ésta, cumpliendo su parte del compromiso, pidió a Dédalo le revelara la salida del Laberinto, pero Dédalo, no sólo se la hizo conocer, sino que le recomendó, además, dar un hilo a Teseo y explicarle que uso debía hacer de él. Ariadna dio a Teseo el hilo, un extremo del cual debía sujetar a la puerta del Laberinto y, siguiendo las instrucciones de la hija de Minos, aquel fue tirando del ovillo conforme se adentraba hasta los últimos recovecos de la morada del Minotauro. Una vez que encontró al monstruo, tras una feroz lucha Teseo le dio muerte y, una vez esto, recogiendo el hilo, consiguió salir sano y salvo del Laberinto, embarcando con los jóvenes y con Ariadna rumbo de regreso a Atenas. Al llegar a la isla de Naxos, Teseo abandonó a Ariadna o, según otras versiones, ésta fue raptada por Dioniso, de tal manera que, fuera como fuere, Teseo reemprendió el viaje de regreso a Atenas sin Ariadna. Al llegar cerca de la costa del Ática, ya fuera por maldición de Ariadna, ya fuera por el pesar de volver sin ella, Teseo se olvidó de izar la bandera blanca tal como le había indicado su padre Egeo que hiciera en el caso de que lograra su objetivo, y éste, que se encontraba en la costa esperando la llegada del navío, al divisar a lo lejos la vela negra, y creyendo por tanto que Teseo había perecido en la empresa, desesperado se arrojó al mar que desde entonces lleva su nombre. Al desembarcar, Teseo recibió la triste noticia de la muerte de su padre y heredó el reino de Atenas.
Mientras esto ocurría, Minos, que ya tenía conocimiento de la huida de Teseo, ordenó encerrar en el Laberinto a Dédalo y a su hijo Ícaro por haber ayudado a Pasifae a mantener relaciones sexuales con el toro y por haber facilitado la salida de Teseo del Laberinto, pero, una vez encerrados, Dédalo construyó para él y para su hijo unas alas de plumas que unió entre sí con cera y con las que emprendieron la huida volando sobre el mar, no sin antes haber advertido Dédalo a su hijo que no volara muy alto a fin de evitar que el calor del sol derritiera la cera de las alas, ni muy bajo para que la humedad del mar no desprendiera las plumas. Sin embargo, Ícaro, entusiasmado con el vuelo y desoyendo los consejos de su padre, se acercó más de lo conveniente al sol y cayó al mar, pereciendo cerca de una isla que hasta entonces se llamaba Dólique. Heracles recogió su cadáver y lo enterró en la citada isla a la que puso el nombre del muchacho, Icaria, mientras que Dédalo lograba llegar sano y salvo a Camico, en Sicilia.
Tras todo ello, Minos inició una tenaz persecución de Dédalo, en la cual, llevando consigo una caracola, ofrecía en cada región por la que pasaba una gran recompensa a quien hiciera pasar un hilo a través de ella pues, de esta manera, pensaba descubrir a Dédalo. Llegado a Camico, hizo la misma oferta al rey Cócalo, que había acogido y ocultado a Dédalo. El rey entregó a Dédalo la caracola y éste, con su ingenio, ató un hilo a una hormiga y, perforando la concha, hizo que la hormiga pasara a través de la espiral. Una vez resuelto el problema, Cócalo entregó a Minos la concha con el hilo enhebrado y, así, éste se dio cuenta de que Dédalo se encontraba en la ciudad pues, en su opinión, sólo alguien de su ingenio sería capaz de resolver un problema de esa naturaleza. Por ello, Minos exigió a Cócalo la entrega de Dédalo y el rey de Camico, reconociendo que había sido descubierto su encubrimiento, le prometió que así lo haría hospedándolo mientras tanto en su palacio, pero, durante un baño que estaba tomando, las hijas de Cócalo arrojaron sobre Minos agua hirviendo provocándole la muerte.
No termina aquí, sin embargo, la relación de Teseo con Creta, sino que tiempo después se casaría con Fedra, hermana de Ariadna, cuya boda, como veremos escuetamente más adelante, tratarían de impedir las Amazonas bajo el mando de Antíope.
[1] La casa del rey Minos tenía como emblemas a la flor de lis y el hacha de doble hoja denominada “labrys”, de donde deriva la palabra “laberinto”. Sir Arthur Evans sugiere que el famoso Laberinto no era otra cosa que el propio palacio de Minos, cuya distribución presenta un intrincado conjunto de habitaciones, antesalas, vestíbulos y corredores en el que el visitante no acostumbrado a recorrerlo podía perderse con facilidad. De lo intrincado del palacio, junto con la profusa decoración con labrys, nace el concepto de “laberinto” ("la casa de los labrys")para referirse a un lugar de difícil recorrido.
Europa, princesa fenicia hija del rey Agénor, estaba en una ocasión cogiendo flores a la orilla del mar junto a unas amigas cuando, Zeus, al verla, sintió por ella un apasionado amor. Para acercarse a la joven, Zeus tomó la apariencia de un toro de admirable estampa que sedujo a la princesa por su bello y apacible aspecto y, una vez se hubo sentado en su lomo, el animal se lanzó súbitamente al mar dirigiéndose a Creta. De la unión de Zeus y Europa nacieron tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón, tras lo cual Europa contrajo matrimonio con el rey de Creta, Asterio, y no teniendo descendencia, el rey adoptó como suyos a los hijos que su esposa había tenido de Zeus, uno de los cuales, Minos, se casaría a su vez con Pasifae, hija de Helios (“El Sol”) y la Ninfa Creta, de cuya unión nacieron varios hijos entre los que destacan Ariadna, Fedra, Deucalión, Crateo y Glauco.
En los tiempos del matrimonio de Minos con Pasifae llegó a Creta un personaje que sería de capital importancia para ambos, el ateniense Dédalo, hombre de ingenio, arquitecto, escultor e ingeniero, que llegó a la isla tras ser expulsado de Atenas por haber cometido un crimen. En efecto, envidioso de un sobrino suyo llamado Pérdix a causa de la extraordinaria inventiva de éste, lo mató arrojándolo desde lo alto de la Acrópolis. Juzgado por el Areópago, Dédalo salió desterrado y se encaminó a Creta, en donde es hospitalariamente acogido por Minos.
A la muerte de Asterio, padrastro de Minos y rey de Creta, Minos reivindicó el trono pero encontró una gran oposición a sus propósitos, ante lo cual, arguyó que su subida al trono suponía la satisfacción de la voluntad de los dioses y, como muestra de ello, dijo a sus opositores que era capaz de conseguir de aquellos todo lo que les pidiera. Para demostrarlo, Minos pidió a Posidón que hiciera emerger del mar a un toro, de tal manera que, si así lo hacía, él lo sacrificaría en su honor. Posidón realizó el prodigio pero Minos, al ver el magnífico toro salido del mar, lejos de sacrificarlo lo envió a sus vacadas sacrificando a otro en su lugar. Irritado Posidón, decidió vengarse de Minos inspirando en su esposa Pasifae un delirante amor por el hermoso toro, el cual se consuma con la ayuda de Dédalo, quien había construido una vaca de madera recubierta de piel de vaca auténtica en cuyo interior se introdujo Pasifae para engañar al toro. De la unión de Pasifae y la bestia nace un ser monstruoso llamado Minotauro, con cuerpo y extremidades de hombre, cabeza y cuernos de toro, que Pasifae oculta a Minos con la ayuda de Dédalo, quien, para tal fin, construye el Laberinto [1], aunque algunos mitógrafos se inclinan por la versión de que fue el propio Minos el que mandó construir el laberinto a fin de ocultar el monstruoso fruto del amor de su esposa por el toro.
Cuando Egeo, rey de Atenas, instituyó los juegos de las Panateneas, Andrógeo, hijo de Minos, venció a todos y, por envidia, los atenienses le dieron muerte en una emboscada: A consecuencia de ello, Minos, al mando de una flota, se dirigió a Atenas para vengar a su hijo pero, al no poder tomar la ciudad, la sometió a un asedio que ya causaba el hambre y una epidemia de peste entre sus habitantes. Ante ello, los atenienses llegaron al compromiso con Minos de que cada nueve años enviarían catorce jóvenes, siete muchachos y siete muchachas, para que sirvieran de alimento al Minotauro. Cuando ya habían sido enviados dos contingentes y llegaba el momento de enviar el tercero, Teseo, hijo de Egeo, se ofreció voluntario para acompañar a los otros trece jóvenes con el propósito de matar al Minotauro. En los dos envíos anteriores, la nave que llevaba a los muchachos a Creta, dado su siniestro destino, llevaba una vela negra; ahora, dadas las esperanzas que hacía concebir la presencia de Teseo en la expedición, su padre le encargó que, si consiguiera matar al Minotauro y volver sano y salvo a Atenas, arriara la vela negra e izara en su lugar una vela blanca navegando con ella en señal de buena nueva.
Una vez llegada la expedición a Creta, Ariadna, hija de Minos y Pasifae, se enamoró de Teseo y le prometió ayudarle a llevar a buen término su propósito si él estaba dispuesto a llevársela consigo a Atenas y tomarla por esposa. Teseo se comprometió a satisfacer los deseos de Ariadna y ésta, cumpliendo su parte del compromiso, pidió a Dédalo le revelara la salida del Laberinto, pero Dédalo, no sólo se la hizo conocer, sino que le recomendó, además, dar un hilo a Teseo y explicarle que uso debía hacer de él. Ariadna dio a Teseo el hilo, un extremo del cual debía sujetar a la puerta del Laberinto y, siguiendo las instrucciones de la hija de Minos, aquel fue tirando del ovillo conforme se adentraba hasta los últimos recovecos de la morada del Minotauro. Una vez que encontró al monstruo, tras una feroz lucha Teseo le dio muerte y, una vez esto, recogiendo el hilo, consiguió salir sano y salvo del Laberinto, embarcando con los jóvenes y con Ariadna rumbo de regreso a Atenas. Al llegar a la isla de Naxos, Teseo abandonó a Ariadna o, según otras versiones, ésta fue raptada por Dioniso, de tal manera que, fuera como fuere, Teseo reemprendió el viaje de regreso a Atenas sin Ariadna. Al llegar cerca de la costa del Ática, ya fuera por maldición de Ariadna, ya fuera por el pesar de volver sin ella, Teseo se olvidó de izar la bandera blanca tal como le había indicado su padre Egeo que hiciera en el caso de que lograra su objetivo, y éste, que se encontraba en la costa esperando la llegada del navío, al divisar a lo lejos la vela negra, y creyendo por tanto que Teseo había perecido en la empresa, desesperado se arrojó al mar que desde entonces lleva su nombre. Al desembarcar, Teseo recibió la triste noticia de la muerte de su padre y heredó el reino de Atenas.
Mientras esto ocurría, Minos, que ya tenía conocimiento de la huida de Teseo, ordenó encerrar en el Laberinto a Dédalo y a su hijo Ícaro por haber ayudado a Pasifae a mantener relaciones sexuales con el toro y por haber facilitado la salida de Teseo del Laberinto, pero, una vez encerrados, Dédalo construyó para él y para su hijo unas alas de plumas que unió entre sí con cera y con las que emprendieron la huida volando sobre el mar, no sin antes haber advertido Dédalo a su hijo que no volara muy alto a fin de evitar que el calor del sol derritiera la cera de las alas, ni muy bajo para que la humedad del mar no desprendiera las plumas. Sin embargo, Ícaro, entusiasmado con el vuelo y desoyendo los consejos de su padre, se acercó más de lo conveniente al sol y cayó al mar, pereciendo cerca de una isla que hasta entonces se llamaba Dólique. Heracles recogió su cadáver y lo enterró en la citada isla a la que puso el nombre del muchacho, Icaria, mientras que Dédalo lograba llegar sano y salvo a Camico, en Sicilia.
Tras todo ello, Minos inició una tenaz persecución de Dédalo, en la cual, llevando consigo una caracola, ofrecía en cada región por la que pasaba una gran recompensa a quien hiciera pasar un hilo a través de ella pues, de esta manera, pensaba descubrir a Dédalo. Llegado a Camico, hizo la misma oferta al rey Cócalo, que había acogido y ocultado a Dédalo. El rey entregó a Dédalo la caracola y éste, con su ingenio, ató un hilo a una hormiga y, perforando la concha, hizo que la hormiga pasara a través de la espiral. Una vez resuelto el problema, Cócalo entregó a Minos la concha con el hilo enhebrado y, así, éste se dio cuenta de que Dédalo se encontraba en la ciudad pues, en su opinión, sólo alguien de su ingenio sería capaz de resolver un problema de esa naturaleza. Por ello, Minos exigió a Cócalo la entrega de Dédalo y el rey de Camico, reconociendo que había sido descubierto su encubrimiento, le prometió que así lo haría hospedándolo mientras tanto en su palacio, pero, durante un baño que estaba tomando, las hijas de Cócalo arrojaron sobre Minos agua hirviendo provocándole la muerte.
No termina aquí, sin embargo, la relación de Teseo con Creta, sino que tiempo después se casaría con Fedra, hermana de Ariadna, cuya boda, como veremos escuetamente más adelante, tratarían de impedir las Amazonas bajo el mando de Antíope.
[1] La casa del rey Minos tenía como emblemas a la flor de lis y el hacha de doble hoja denominada “labrys”, de donde deriva la palabra “laberinto”. Sir Arthur Evans sugiere que el famoso Laberinto no era otra cosa que el propio palacio de Minos, cuya distribución presenta un intrincado conjunto de habitaciones, antesalas, vestíbulos y corredores en el que el visitante no acostumbrado a recorrerlo podía perderse con facilidad. De lo intrincado del palacio, junto con la profusa decoración con labrys, nace el concepto de “laberinto” ("la casa de los labrys")para referirse a un lugar de difícil recorrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario