Deir el-Bahari es el lugar en donde la reina Hatshepsut levantó un grandioso templo para mayor gloria de su padre, Thutmosis I, y de ella misma, siendo el encargado de ejecutar el proyecto su amante Semnut. Muchos siglos después, el templo fue transformado en un convento cristiano conocido con el nombre de “Convento del Norte”, “Deir el-Bahari” en el idioma local.
Aún cuando es bien cierto que la historia de Hashepsut es totalmente ajena al objetivo del presente trabajo, me resulta difícil sustraerme a escribir unas pocas líneas en su memoria ya que no en vano ella es una de las escasas faraones con una especial relevancia en la historia del Antiguo Egipto, tanto en lo referente a la duración de su reinado como a la situación política en la que tuvo que desenvolverse.
Hatshepsut, Maat-Ka-Ra en idioma egipcio, fue la más grande de todas las reinas que gobernaron el Egipto de los faraones, pues, aún sin haber emprendido ninguna campaña militar, mantuvo todas las conquistas de sus predecesores, estabilizó y mantuvo el orden en el interior del convulso imperio e inició expediciones de carácter comercial a los países vecinos, como la famosa expedición marítima al país de Punt, la actual Somalia, cuya representación aparece en una de las paredes exteriores del templo. Sin embargo, su reinado, desarrollado durante la XVIII dinastía, entre los años 1505 y 1484 a.C., resultó uno de los más controvertidos de la historia del país debido a la sospechosa legitimidad de su derecho al trono y a la reivindicación que del mismo planteó el que más tarde sería su sucesor, el gran Thutmosis III, uno de los tres grandes faraones del país del Nilo.
Aún cuando es bien cierto que la historia de Hashepsut es totalmente ajena al objetivo del presente trabajo, me resulta difícil sustraerme a escribir unas pocas líneas en su memoria ya que no en vano ella es una de las escasas faraones con una especial relevancia en la historia del Antiguo Egipto, tanto en lo referente a la duración de su reinado como a la situación política en la que tuvo que desenvolverse.
Hatshepsut, Maat-Ka-Ra en idioma egipcio, fue la más grande de todas las reinas que gobernaron el Egipto de los faraones, pues, aún sin haber emprendido ninguna campaña militar, mantuvo todas las conquistas de sus predecesores, estabilizó y mantuvo el orden en el interior del convulso imperio e inició expediciones de carácter comercial a los países vecinos, como la famosa expedición marítima al país de Punt, la actual Somalia, cuya representación aparece en una de las paredes exteriores del templo. Sin embargo, su reinado, desarrollado durante la XVIII dinastía, entre los años 1505 y 1484 a.C., resultó uno de los más controvertidos de la historia del país debido a la sospechosa legitimidad de su derecho al trono y a la reivindicación que del mismo planteó el que más tarde sería su sucesor, el gran Thutmosis III, uno de los tres grandes faraones del país del Nilo.
Hatshepsut, hija del faraón Thutmosis I y su esposa Ahmes, contrajo matrimonio con su hermano Thutmosis II, hijo de Thutmosis I y una de sus concubinas, accediendo ambos al trono a la muerte de su padre. Más adelante, Thutmosis II tuvo un hijo con una de sus favoritas, el que más adelante subiría al trono con el nombre de Thutmosis III, hijastro, por tanto de Hatshepsut. A la muerte de Thutmosis II, el futuro Thutmosis III reclamó su derecho a la sucesión de su padre ya que el matrimonio entre éste y la reina no había tenido descendencia. Sin embargo, la reclamación no fue tenida en cuenta por Hatshepsut, quien, para justificar ante el pueblo su legitimidad como ocupante del trono, elabora el mito del origen divino de su nacimiento, según el cual ella habría sido fruto de la unión del dios Amón con su madre Ahmes, lo que resulta excepcional en la mitología egipcia, en la que, a diferencia de lo que ocurre en la griega, donde este hecho es muy común, la unión carnal entre dioses y mortales no existe. Este mito del origen divino de Hatshepsut se encuentra representado en las paredes exteriores del templo de Deir el-Bahri, en donde puede verse un bajorrelieve policromado representando a su madre Ahmes presuntamente embarazada por intercesión de Amón.
De esta forma, Hatshepsut justificó su derecho al trono y relegó a su hijastro al desempeño de labores administrativas de segundo orden mientras ella gobernaba Egipto asumiendo, para imprimir carácter a sus acciones, los atributos masculinos. De esta forma, en sus escasas (por el motivo que veremos) representaciones, la reina aparece ataviada con ropas masculinas y cubriendo su mentón con una barba postiza.
A la muerte de Hatshepsut, el odio contenido por Thutmosis III provocó una violenta represalia contra sus colaboradores y contra todo aquello que recordara a la reina. Sus estatuas fueron destruidas y los bajorrelieves que contenían representaciones de la reina fueron cincelados, así como destruidos todos aquellos documentos que contuvieran su nombre, pues, esto último, suponía el ejercicio de la mayor venganza que un enemigo podía dispensar a su enemigo (una especie de "damnatio memoriae" aplicada posteriormente por los romanos). En efecto, el nombre representaba para los antiguos egipcios lo más preciado que se poseía, pues el nombre era el garante que posibilitaba al individuo la perpetuación de su ser, aspecto este esencial en la concepción de la vida, del hecho de la muerte y de la religión para un egipcio. Bastaba que tras la muerte alguien recordara el nombre del difunto para asegurarle la continuidad de la vida después de muerto. Por ello, la más temida condena para un egipcio consistía en que su nombre, una vez difunto, fuera borrado de las inscripciones pues, de esta forma, no podría ser nombrado. Así actuó Thutmosis III en un vano intento de borrar de la Historia y de impedir la continuidad de su vida después de muerta de la odiada Hatshepsut, quien sin embargo, pese a ello, conserva un lugar preeminente como la más grande de todas las reinas que gobernaron Egipto.
La razón por la cual Thutmosis III mandó erigir en Deir el-Bahri el obelisco que podemos ver en el antiguo hipódromo de Estambul podría parecer estar en contradicción con lo dicho hasta ahora, pues, al fin y al cabo, se trataría de añadir un monumento a un lugar enteramente consagrado a su gran enemiga. Sin embargo, la explicación es bien sencilla. En efecto, una vez que las representaciones y el nombre de Hatshepsut hubieron sido destruidas y borradas del templo, el hecho de colocar el obelisco con el nombre del faraón supone un intento de Thutmosis III por apropiarse de la autoría de aquel, lo cual, de cara a las generaciones futuras, supondría incrementar su gloria al mismo tiempo que contribuiría, aún en mayor medida, a que el nombre de la faraona fuera olvidado. Esta práctica de usurpación de monumentos sería llevada a cabo, esta vez de manera sistemática, unos siglos más tarde por el célebre Ramsés II, de tal manera que muchos de los monumentos y construcciones atribuidas clásicamente a él no son más que meras apropiaciones de lo por otros realizado y que Ramsés pretendía hacer suyas a fin de incrementar su gloria de cara a los siglos futuros.
La razón por la cual Thutmosis III mandó erigir en Deir el-Bahri el obelisco que podemos ver en el antiguo hipódromo de Estambul podría parecer estar en contradicción con lo dicho hasta ahora, pues, al fin y al cabo, se trataría de añadir un monumento a un lugar enteramente consagrado a su gran enemiga. Sin embargo, la explicación es bien sencilla. En efecto, una vez que las representaciones y el nombre de Hatshepsut hubieron sido destruidas y borradas del templo, el hecho de colocar el obelisco con el nombre del faraón supone un intento de Thutmosis III por apropiarse de la autoría de aquel, lo cual, de cara a las generaciones futuras, supondría incrementar su gloria al mismo tiempo que contribuiría, aún en mayor medida, a que el nombre de la faraona fuera olvidado. Esta práctica de usurpación de monumentos sería llevada a cabo, esta vez de manera sistemática, unos siglos más tarde por el célebre Ramsés II, de tal manera que muchos de los monumentos y construcciones atribuidas clásicamente a él no son más que meras apropiaciones de lo por otros realizado y que Ramsés pretendía hacer suyas a fin de incrementar su gloria de cara a los siglos futuros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario