miércoles, 31 de enero de 2007

( 13 ) - La dificultad de la adivinación de los sucesos contemporáneos

En la actualidad se admite que la Pitia era una persona con capacidad propia para la precognición, pero ¿qué pasaba con las respuestas oraculares que no se referían al futuro sino al presente?, ¿cómo fue posible que el oráculo de Delfos superara el astuto examen de Creso?, ¿es posible que la Pitia tuviera una visión en la que aparecía el rey de los lidios ante una caldera de bronce conteniendo carne de cordero y una tortuga? No lo sabemos, sin embrago existen indicios de que el oráculo de Delfos se servía de una especie de servicio de información. Pensemos que una consulta al oráculo podía durar varios meses (el viaje, una posible anulación del oráculo hasta el mes siguiente si existía un mal presagio, etc.), de tal manera que durante este tiempo los sacerdotes podían sonsacar a los consultantes información imprescindible para emitir la respuesta. Debe tenerse en cuenta que el consultante se encontraba, además, en una situación psíquica especial, pues, por lo general, al oráculo se acudía en muy escasas ocasiones a lo largo de la vida para plantear una pregunta de vital importancia y, así, el estado de ansiedad que ello conllevaba, junto con el irrefrenable deseo de obtener una respuesta de la Pitia, a buen seguro pondría al consultante en disposición de extrema colaboración para responder a todas cuantas preguntas presumiblemente le hacían los sacerdotes, de tal manera que, de esta forma, la Pitia, cuando fue menester, pudo conocer la pregunta antes de que ésta le fuera formulada. En el caso del oráculo de Creso al que aludimos, un agente desplazado a Sardes se informaría del quehacer del rey y, retenida en Delfos la delegación lidia por medio de algún ardid urdido por los sacerdotes, daría tiempo a que el agente desplazado a Sardes comunicara al santuario la respuesta. El prestigio del santuario y las previsibles donaciones de Creso al mismo justificaban de sobra una acción así.

Conocida, pues, la manipulación que en muchos casos se producía en los oráculos, cabe preguntarse ¿cómo fue posible que pueblos enteros y sus gobernantes, de la talla de Creso, Temístocles o Alejandro, o poetas, pensadores y historiadores como Heródoto, Sófocles, Esquilo o Píndaro, pudieron llegar a creer en la autenticidad de semejantes representaciones? Algunos historiadores afirman que los sacerdotes oraculares eran más filósofos que adivinos, lo cual puede ser cierto, pero ello no explica en absoluto cómo conseguían anunciar de manera precisa que se iban a producir determinados acontecimientos. Quizás la observación de Eurípides, quien afirmaba que sólo pasan a la Historia las predicciones acertadas mientras que las erróneas caen en el olvido, encierre una gran parte de la verdad.


No hay comentarios: