miércoles, 31 de enero de 2007

( 14 ) - ¿Por qué la Pitia recomendó a los macedonios que adoraran a Amon?

Este hecho es calificado de insólito por la práctica totalidad de los historiadores, pero, ¿en realidad se trata de un hecho tan incomprensible que así haya de ser calificado? Personalmente estimo que no, y esta será una de las pocas veces en las que tendré la osadía de expresar mi opinión.

Quienes califican de insólito el hecho de que en Delfos se le recomendara a Filipo que venerara preferentemente a Amón, lo hacen en virtud del análisis de los acontecimientos que posteriormente acaecieron y atendiendo a la postura, muchas veces hipócrita y la mayoría de ellas oportunista, que adoptaba el oráculo a la hora de tomar partido por alguna de las opciones encontradas, máxime cuando es de sobra conocido que el oráculo de Delfos terminó inclinándose de manera clara hacia los intereses macedonios cuando éstos entraron en colisión con los griegos. Sin embargo, ¿esto fue siempre así? No, no lo fue, pensemos que cuando este suceso ocurrió aún no había nacido Alejandro ni Macedonia era la potencia militar que con el tiempo llegaría a ser, por lo que el oráculo, tan hábil siempre para encontrar el mejor árbol bajo el que cobijarse, aún no tenía por aquel entonces “razones” suficientes como para adular especialmente a los macedonios. Por ello, personalmente creo que el suceso aludido, una vez establecido que Macedonia no era por aquel entonces una potencia a la que temer especialmente (en caso contrario, sí resultaría inaudito el comportamiento del oráculo), se debió a un intento inicial del santuario por mantener alejado del mundo griego a los macedonios, a quienes los griegos consideraban bárbaros. Sólo el desarrollo posterior de los acontecimientos, que presentan a una Macedonia militarmente pujante y arrolladora, haría cambiar de opinión y de postura a los sacerdotes oraculares, quienes terminaron por apoyar decididamente la causa de los invasores del norte.

Con el fin de avalar, en la medida en que esto pueda hacerse, aún más esta interpretación personal de los hechos, ¿por qué el santuario de Delfos, no queriendo, por el motivo que fuera, atender la consulta de Filipo, no recomendó a éste que consultara cualquier otro de los numerosos oráculos griegos sino que lo envió a uno de los pocos, quizás el único, que no estaba en el área de influencia griega, si no fue por un intento de alejar al despreciable y fanfarrón bárbaro de ese mundo griego tan refinado? Delfos, con esa actitud, a mi juicio, no pretendía otra cosa que realizar un gesto de cerrar la puerta al selecto club privado heleno al patán nuevo rico que representaba Macedonia. Por ello, nada inaudito aprecio en la actitud adoptada por el santuario en ese momento, sino, a lo sumo, una falta de visión de futuro, pues, poco después de ocurrido este desplante, el santuario de Apolo se presentaría como el más firme valedor de los intereses macedonios en Grecia una vez que éstos alcanzaron su pujanza militar. Para terminar con este apartado, tan sólo mostrar mi preocupación ante el hecho de que, si mi interpretación de los hechos analizados fuera la acertada, no dejará de resultar paradójico que un oráculo, sobre todo que un oráculo que gozaba del mayor prestigio en el mundo griego, careciera, precisamente, de aquello de lo que no debería carecer bajo ningún concepto: de visión de futuro. Arreglados vamos.

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